MEDIACIÓN PENITENCIARIA EN EUSKADI

MEDIACIÓN PENITENCIARIA EN EUSKADI

ZABALLA APLICA UN PROGRAMA PIONERO DE MEDIACIÓN ENTRE INTERNOS Y VÍCTIMAS

UN EQUIPO DE PROFESIONALES DE LA ASOCIACIÓN BERRIZTU ACUDE AL PENAL PARA DESARROLLAR PLANES DE JUSTICIA RESTAURATIVA

VITORIA – Desde hace ya cuatro años, un equipo de profesionales acude regularmente a la cárcel de Zaballa para desempeñar un trabajo que nadie más lleva a cabo en ningún otro centro penitenciario del Estado. Dentro del marco legal que ofrecen los programas de justicia restaurativa, los representantes de la asociación educativa Berriztu se entrevistan con los internos que se presentan voluntarios. Hablan con ellos, sondean su grado de arrepentimiento, su voluntad de pedir perdón y, a renglón seguido, contactan con las víctimas. Si cabe la posibilidad de que se produzca un acercamiento, dan los pasos necesarios para favorecer un encuentro en el que ambas partes superan sus miedos, sus sentimientos de culpa y sus temores. Tratan de que todos ellos pasen página de forma definitiva y obtengan la paz necesaria para seguir adelante con sus vidas.

Luis Miguel Uruñuela, director de Berriztu, recuerda que la asociación que lidera creó, en 1991, el primer centro de internamiento de la CAV. Un lugar en el que los menores pueden cumplir penas alternativas, obtener una formación y avanzar hacia la inserción laboral. En estos 26 años, la agrupación, con sede en Bizkaia y una plantilla integrada por 320 profesionales, ha ampliado su radio de acción hasta abarcar numerosos programas sociales en Euskadi y Navarra. Actualmente trabaja en ámbitos como la violencia de género, violencia filio-parental, justicia juvenil, orientación y terapia… Recientemente han puesto en marcha una iniciativa piloto que ofrece apoyo a niños y niñas víctimas de violencia de género.

A partir de la experiencia adquirida con los programas de justicia juvenil y, tras constatar el gran poder educativo de estas experiencias, los responsables de Berriztu decidieron dar el paso y se ofrecieron a aplicar, de manera voluntaria y altruista, los programas de mediación dentro del penal alavés de Zaballa. “No tiene nada que ver con los programas de mediación que existen en los juzgados. Cuando nosotros intervenimos han pasado tres o cuatro años desde el ingreso en prisión. Esto no se hace en ningún otro sitio, se nos ocurrió a nosotros y la junta de tratamiento de Zaballa nos apoyó”, apunta Uruñuela.

Esta ayuda alternativa lleva ya cuatro años en funcionamiento con unos resultados que, tal y como reconoce el director de la asociación, “han superado todas nuestras expectativas”. El coordinador de la unidad operativa que lleva a cabo este programa, Eduardo Cabrera, explica cómo cada martes, dos parejas de mediadores acuden a la prisión y atienden a cuatro internos de forma individual. A través del marco legal que ofrece la justicia restaurativa, hablan del reconocimiento de los hechos, del daño causado y de su disposición a repararlo. De forma paralela, en el exterior, otra pareja de profesionales de Berriztu contacta con las víctimas y les preguntan si quieren participar en el proceso. “Puesto que ha pasado algún tiempo y dado que los procesos judiciales son largos y duros, es complicado que las víctimas quieran participar de entrada”, señala Cabrera. Sin embargo, revivir los momentos pasados y los sentimientos vividos arroja resultados muy positivos. El objetivo, en el caso de los damnificados, consiste en que dejen atrás las ideas irracionales y los miedos que hayan podido sufrir, erradicando de sus vidas el rencor definitivamente. Los internos, por su parte, adquieren conciencia de lo que han hecho y del alcance efectivo de sus acciones. Ven el daño causado a sus víctimas y a todo su entorno.

Al concluir el proceso, si todo discurre según lo previsto, los internos escriben una carta. Una misiva en la que reconocen su responsabilidad y piden disculpas. “En última instancia es la víctima la que decide si quiere recibir o no la carta. Incluso puede elegir que se dé un encuentro o desentenderse absolutamente de todo”, puntualiza el coordinador.

En estos años se han dado todo tipo de situaciones. “Hemos logrado que se produzcan encuentros, que los victimarios participen en actos públicos, que escriban artículos en publicaciones o que se sumen a técnicas como los círculos restaurativos -acercamientos grupales entre condenados por delitos graves, víctimas y representantes de la comunidad-”. En caso de llevarse a efecto uno de los citados encuentros, es factible que, dado que los plazos de intervención son amplios, los presos hayan obtenido el tercer grado y se puedan celebrar, bajo supervisión, fuera de la cárcel.

“El cambio personal que experimentan las víctimas es mayor que el de los victimarios, porque muchas de ellas han tapado de alguna manera lo sucedido. De esta manera, eliminan el miedo y encuentran respuesta a las dudas que les asaltan. Preguntas como ¿por qué a mí? obtienen contestación. Confirman que, en la mayor parte de los casos, fueron víctimas causales y superan el miedo a que les vuelva a suceder. También muchas personas nos cuentan que han erradicado su rencor, su odio”, relata Cabrera.

En ocasiones se han vivido momentos emotivos. El coordinador recuerda como, al finalizar un acto público sobre accidentes de tráfico, una víctima, un hombre mayor que había perdido a su mujer en un atropello hacía menos de un año, se abrazó a una de las victimarias que participaba voluntariamente aportando su testimonio. “El hombre, aunque aquella chica no tenía nada que ver con el accidente de su mujer, nos dijo que para él aquello había supuesto una mejora”.

JUSTICIA JUVENIL Al margen del programa de mediación que se lleva a cabo en el penal de Zaballa, Berriztu gestiona el centro de internamiento de justicia juvenil Uribarri, de unas 20 plazas, y otro centro de día, de 15 plazas, en Álava. Ambos están ubicados dentro del término municipal de Ulibarri-Ganboa y allí acuden, por orden judicial, menores que han cometido delitos. Los profesionales de la asociación los acogen y se afanan en reconducir sus vidas para evitar que repitan sus errores. A través de aulas, talleres y programas especializados, encauzan y reeducan a una media de 30 menores por año entre las dos instalaciones.

“El centro de internamiento de Uribarri está especializado en panadería y pastelería”, explica Uruñuela. “Los chavales realizan auténticas obras de arte y cuentan con pedidos habituales”, asegura. Además de formarse de cara a obtener un trabajo, los menores reciben apoyo socioeducativo y psicoterapéutico.

De cada 100 medidas que se dictan en los juzgados de menores de Euskadi, alrededor de una decena son de internamiento en centros por reincidencias. Ello significa que el 90% de los jóvenes que pasan por los juzgados no recaen. De ese 10% que llega a estas instalaciones, únicamente el 1% continúa cometiendo delitos, lo que da cuenta del elevado grado de efectividad de los programas de reintegración social. “El ambiente en los centros es realmente positivo y tanto los chavales como los profesionales estamos contentos con el resultado de los programas. Nuestra fórmula es sencilla, aunque difícil de llevar a cabo: firmeza y cercanía”, señala el director de Berriztu.

EL PROGRAMA:  60 personas. En los cuatro años del programa se ha atendido a 60 internos. De ellos, un 5% no completó el proceso y un 10% abandonó por diferentes motivos -salud, consumo de sustancias…-. El 85% restante escribió una carta de disculpa y se mostró dispuesto a reparar el daño.

Víctimas. Un 30% de las víctimas no puede ser localizadas. Otro 25% rehusa a participar y, del 45% restante, un 30% responde a la carta de forma no presencial y el resto se divide entre encuentros y actos reparadores.

LA FRASE:  El director de la asociación Berriztu asegura que el programa ha logrado acercamientos satisfactorios entre internos y víctimas.

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